Las ráfagas

El tiempo se hace de noche. Toda noche. Y en Villa Urquiza la primavera trae árboles de flores muy rosadas en las esquinas que pasan como ráfagas desde mi bicicleta. Pero ahora no estoy en bici, estoy en casa. Los vecinos terminan de cargar la camioneta. Me gustaría ir a saludarlos, pero vos me decís que eso no está bien, que insistir en las despedidas es de mala educación. Pero Emilse se va y me obligás a quedarme sentado frente a un vaso de leche que se enfría y la televisión que no sintoniza bien los canales. En la casa de enfrente, sí. Emilse tenían una televisión con colores y todo. Vos decís que no es lindo Miami. Que por más que tenga palmeras y flamencos allá no hay las cosas que hay acá. Yo nunca vi un flamenco. Me obligás a que me siente y despegue la nariz de la ventana. Me pregunto si van a dejar algo adentro. Algo perdido que yo pueda ir a buscar. Me pregunto si algún día va a volver Emilse. A vos no te quiero contar sobre Emilse porque total ya se va y de ella no me queda más nada. Las flores rosas que pasan como ráfagas se ponen negras color noche. Y se prenden faroles. Algunos pocos pero los suficientes para verla salir. Ahí va ella. Toda llena de su mudanza. Y se esconde en la camioneta atrás de los muebles. Para mí que hace frío para ser primavera. Yo con frío y todo me iría igual en bicicleta a despedir a Emilse hasta ese mundo de flamencos y palmeras. Pero vos prendés la estufa y cerrás la puerta con doble giro de llaves. Yo me quedo adentro. Vos te quedás adentro. Pero todos los colores que tenía la tele de los vecinos ya se fue. 



Sobre texto de Jimena Repetto
Foto de Nathalie PH

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