Afuera






Cuando entramos estaba ahí: un elefante gris y siniestro. Dormía en el medio del comedor de la casita de la playa. Quise empujarlo, pero no se movía. Como hubiéramos querido nosotros, disfrutaba de su siesta de vacaciones y cada tanto mostraba los dientes cuando le agarraba una pesadilla. Llamamos al dueño, pero nos dijo que era un tema de la inmobiliaria, que él no sabía qué habían hecho los que habían ocupado la casa la primera quincena. Nos pidió que dejáramos todo como estaba. Antes de poder decidir qué hacer se largó una de esas lluvias de verano que cuando se van dejan el aire pegoteado y cálido. Decidimos entrar las valijas y esperar una respuesta de alguien. Después, salimos a conocer la playa, mojarnos los pies con las olas y comer churros rellenos. Cuando volvimos, el elefante se había ido. Nos dejó las manchas de humedad, el juego de vajilla incompleto, las camas quebradas, las sábanas sucias, las paredes con años y años de pintura descascarada. Y así nos quedamos solos con el pequeño sueño de una quincena de descanso.

Sobre texto de Jimena Repetto
Foto de Nathalie PH

No hay comentarios:

Publicar un comentario