La distancia

En la televisión se vio cómo, unos segundos antes de que el edificio se hiciera escombros, dos palomas abandonaron sus nidos. La gente aplaudía, feliz, con la emoción de quien asiste a la caza de un lobo.
En ese edificio vivíamos.
Una señora, de pelo platinado y maquillaje turquesa se emocionó cuando un periodista le pidió que se imaginara el barrio ya sin ese antro que la interrumpía de una vida segura.

Una pareja de jóvenes se besaba y disfrutaba del futuro que los espera cuando nadie tome por asalto la torre de monoamientes que planifican construir en el predio.
No sé si fue ver el derrumbe por televisión lo que nos distanció esa noche. Pero no hablamos. 
Cuando nos fuimos del edificio, nos dieron algo que alcanzó para unos meses de alquiler. Se evitaron los cargos y nos dejaron, enteros y en familia, dispuestos a buscar un hogar en otra parte, lejos.
Miré por la ventana y vi en la cornisa una paloma. Una cualquiera. Quise advertirle que se mantenga lejos de la gente que disfruta las demoliciones y admira lo nuevo. Pero bajaste la persiana. La cortina de metal giró en segundos y algo pasó que escuchamos a la paloma chillar hasta que ya no se oyó más nada.



Sobre texto de Jimena Repetto
Foto de Nathalie PH


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